“La mujer
más bella del mundo”
Crunnchu era el dueño de bastates tierras fértiles en Irlanda,
pero estas tierras dejaron de ser tan productivas cuando la esposa de Crunnchu
murió, todas las vacas se morían de dolor porque nadie las iba a ordeñar, la
mayoría de trabajadores se habían ido y Crunnchu ya no salía de su casa, sus
hijos hacían todo lo que podian pero no se avanzaban porque los terrenos eran
muy grandes.
Un día llegó a la casa de Crunnchu una mujer desconocida que fue
muy buena e hizo que todo volviera a la normalidad, ella era la diosa Macha,
Macha le dijo a Crunnchu que no dijera nada de ella y que solo la llame mujer.
Después de un tiempo Macha se quedó embarazada, pero justo el día que le
toocaba dar a luz se festejaba la reunión de los ulates, que eran los
habitantes de Ulster.
Los soldados del rey Conchobar fueron en busca de Macha,
pero ella les dijo que no podía correr porque estaba a punto de dar a luz, esto
no le importó al rey y le dijo que si no corría Crunnchu iba a morir, Macha corrió
y demostró que ella era la más rápida de toda la Tierra, pero al final de la
carrera cayó al suelo y dio a luz a dos gemelos, pero Macha les puso una
maldición, que todos los años en esa época todos los que oyeron los gritos del
parto iban a sentir lo mismo durante cuatro días y cinco noches. Es por eso que
los ulates todos los años se ponen débiles cuando se acerca la época de Samain.
“Dos
aparecidos en Real de Catorce”
Hace muchos años, un joven trabajador de la estación de ferrocarril
Catorce desarrollaba su acostumbrada rutina de mantenimiento de las vías. En
medio del espeso calor del desierto (al cual, sin embargo, ya se había
acostumbrado), el "garrotero" supervisaba la colocación de unos
rieles.
Alzados por una pequeña grúa, el sol del atardecer se
reflejaba con crudeza sobre ellos. Sin embargo, la carga era demasiado grande
para las cadenas que la suspendían sobre el suelo: sólo se escuchó un ruido
seco y el alboroto de los operadores. En honor del obrero caído, se bautizó a
la siguiente estación con el apellido del hombre: Wadley.
Tiempo después, una de tantas locomotoras se acercaba a gran
velocidad a la estación Catorce. El enérgico sonido se extendía hasta el
pueblo, dormido a esas horas de la madrugada. De improviso, el conductor
advirtió una luz al lado de la vía, seguramente de un trabajador que le pedía
aminorar la marcha. Obediente, el maquinista bajó la velocidad hasta arribara
la estación. Allí se enteró de que ningún obrero se hallaba en servicio; más
aún, le avisaron de la peligrosidad de un tramo por el cual acababa de pasar,
donde ya habían ocurrido varios accidentes.
Así, el tren se salvó de un descarrilamiento y también
comenzó la leyenda de El Garrotero, el fantasma del joven Wadley, quien aún hoy
protege con su lámpara a cuanto convoy corra peligro cerca de Real de Catorce.
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