miércoles, 9 de octubre de 2013

Martha Karina Rodrigez


La mujer más bella del mundo”

 
 
 
Crunnchu era el dueño de bastates tierras fértiles en Irlanda, pero estas tierras dejaron de ser tan productivas cuando la esposa de Crunnchu murió, todas las vacas se morían de dolor porque nadie las iba a ordeñar, la mayoría de trabajadores se habían ido y Crunnchu ya no salía de su casa, sus hijos hacían todo lo que podian pero no se avanzaban porque los terrenos eran muy grandes.
Un día llegó a la casa de Crunnchu una mujer desconocida que fue muy buena e hizo que todo volviera a la normalidad, ella era la diosa Macha, Macha le dijo a Crunnchu que no dijera nada de ella y que solo la llame mujer. Después de un tiempo Macha se quedó embarazada, pero justo el día que le toocaba dar a luz se festejaba la reunión de los ulates, que eran los habitantes de Ulster.
Macha le dijo a Crunnchu que vaya, en la reunión se realizaban varias competencias atléticas, pero la más importante era la carrera de caballos en la que participaba el rey Conchobar, él siempre ganaba y esta ocasión no fue la excepción, al final de la carrera Conchobar dijo que sus caballos eran los animales más veloces de la Tierra, pero Crunnchu lo dijo que eso no era verdad porque Macha era la más rápida de la Tierra, Conchobar se enojó mucho y le dijo que lo demuestre o sino le iba a matar.

Los soldados del rey Conchobar fueron en busca de Macha, pero ella les dijo que no podía correr porque estaba a punto de dar a luz, esto no le importó al rey y le dijo que si no corría Crunnchu iba a morir, Macha corrió y demostró que ella era la más rápida de toda la Tierra, pero al final de la carrera cayó al suelo y dio a luz a dos gemelos, pero Macha les puso una maldición, que todos los años en esa época todos los que oyeron los gritos del parto iban a sentir lo mismo durante cuatro días y cinco noches. Es por eso que los ulates todos los años se ponen débiles cuando se acerca la época de Samain.

 

 

 

 

 
“Dos aparecidos en Real de Catorce”
Hace muchos años, un joven trabajador de la estación de ferrocarril Catorce desarrollaba su acostumbrada rutina de mantenimiento de las vías. En medio del espeso calor del desierto (al cual, sin embargo, ya se había acostumbrado), el "garrotero" supervisaba la colocación de unos rieles.
Alzados por una pequeña grúa, el sol del atardecer se reflejaba con crudeza sobre ellos. Sin embargo, la carga era demasiado grande para las cadenas que la suspendían sobre el suelo: sólo se escuchó un ruido seco y el alboroto de los operadores. En honor del obrero caído, se bautizó a la siguiente estación con el apellido del hombre: Wadley.
 
Tiempo después, una de tantas locomotoras se acercaba a gran velocidad a la estación Catorce. El enérgico sonido se extendía hasta el pueblo, dormido a esas horas de la madrugada. De improviso, el conductor advirtió una luz al lado de la vía, seguramente de un trabajador que le pedía aminorar la marcha. Obediente, el maquinista bajó la velocidad hasta arribara la estación. Allí se enteró de que ningún obrero se hallaba en servicio; más aún, le avisaron de la peligrosidad de un tramo por el cual acababa de pasar, donde ya habían ocurrido varios accidentes.
 
Así, el tren se salvó de un descarrilamiento y también comenzó la leyenda de El Garrotero, el fantasma del joven Wadley, quien aún hoy protege con su lámpara a cuanto convoy corra peligro cerca de Real de Catorce.
 
 
 
 
 
 

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